¿Conoces el concepto raw food?
Es un estilo de alimentación que promueve el consumo de alimentos en su estado natural (crudo) para mantener todas sus vitaminas, minerales, fibra, fitonutrientes y, sobretodo, sus enzimas. Estas últimas se consideran de gran importancia ya que juegan un papel fundamental en el proceso digestivo.
La alimentación viva propone comer los alimentos crudos o no sometidos a más de 45 grados de temperatura para evitar la destrucción de estas enzimas. La forma más simple de consumir un alimento crudo es comerlo tal cual, pero además el raw food también incluye formas de transformación como la maceración, la fermentación, la germinación o la deshidratación.
Personalmente, es un estilo de alimentación que me gusta mucho, ya que considero que los alimentos crudos son importantes y deben estar muy presentes en nuestra alimentación, y a nivel culinario nos ofrece un montón de técnicas interesantísimas.
Lo que no comparto es la idea de mantener alimentación cruda 100% a lo largo de toda la vida. Habrá momentos en que a alguien le vaya muy bien llevar una alimentación donde predominen los crudos, pero en otros quizás no. Yo misma, por ejemplo, en verano me encanta comer alimentos crudos y intento que abunden en mi día a día, pero en invierno no puedo comer muchos porque me muero de frío y necesito más bien alimentos cocinados que me aporten calor.
Creo que cada uno debe adaptarse a las necesidades de su cuerpo. Por eso, no hay un estilo de alimentación que sea válido para todo el mundo por igual, incluso tampoco para uno mismo en todas las etapas de su vida.
Aún así, no hay duda que podemos sacar cosas muy buenas de la alimentación viva o raw food, como consumir más crudos y las diferentes técnicas culinarias.
Si me tuviera que quedar con algo de este tipo de cocina es la cantidad de preparaciones que puedes elaborar a partir de ingredientes naturales, saludables y reales. Hace posible la creación de nuevas recetas que abren un gran abanico de posibilidades creativas.
De todas las técnicas, la deshidratación es una de las que más me gusta utilizar ya que ¡se pueden hacer tantas cosas!
Antiguamente, esta ya era un método muy utilizado: se deshidrataban alimentos al sol para poder almacenarlos y conservarlos durante largos periodos de tiempo. De hecho, es la forma más antigua de preservación de los alimentos.
En la cocina cruda, deshidratar un alimento consiste en reducir su contenido en agua respetando al máximo todos sus nutrientes. Algo que permite modificar sabores, texturas, formas, aromas y preparaciones, además de una mejor conservación.
Una de las cosas que más suelo preparar con la deshidratadora es granola: bloques crujientes a base de frutos secos, semillas, fruta y especies. Una receta que me sirve para desayunar o como snack para llevarme en cualquier sitio.
Me gusta elaborarlas de distintas gustos: almendras y especies chai, nueces, manzana y canela… o la combinación que os traigo hoy: avellanas, cacao y jengibre. ¡Delicioso!
El cacao combina con muchísimas especies, especialmente con aquellas que son más potentes. Por eso para esta receta he decidido añadir el jengibre, que junto con el resto de ingredientes resulta una mezcla riquísima.
El jengibre es una especia muy aromática que ha sido utilizada con fines medicinales y culinarios desde hace muchos años. Sobretodo lo utilizan mucho en la cultura oriental.
Actúa sobre problemas digestivos y circulatorios, y se recomienda mucho su uso en caso de resfriados y procesos gripales.
Las avellanas son un fruto seco muy rico en grasas saludables: son ricas en ácidos grasos esenciales, entre los que sobretodo destaca el ácido oleico (w9). Cuando hablamos de “esenciales” hacemos referencia a aquellos ácidos grasos que nuestro organismo no puede fabricar por si mismo y deben ser aportados a través de nuestra alimentación.
También son ricas en vitamina E, antioxidante que nos ayudan a mantener una buena salud cardiovascular, B9 y B6, que ayuda a mantener el sistema inmunitario.
De hecho, ¿Sabíais que las avellanas tienen más vitamina B6 que un Actimel? El primero contiene un 32% de B6 de la cantidad diaria recomendada, mientras que el segundo un 15%. Entonces, ¿porqué no se recomienda tomar unas cuantas avellanas al día para subir las defensas, en lugar de recomendar tomar un Actimel diario (producto que lleva 11g de azúcar añadido por unidad)? Seguramente porque las avellanas no enriquecen el bolsillo de nadie.
Además las avellanas también nos aportan proteínas y fibra, y son ricas en minerales como el magnesio, calcio y potasio.
Recuerda que las avellanas crudas es mejor activarlas. Si quieres más información de porqué es importante el remojo de los frutos secos y cuáles son sus beneficios, puedes encontrarla en este post.
“A smile is the shortest distance between two people”
Ingredientes
300g de avellanas crudas
100g de semillas de girasol
150g coco rallado
80g de uvas pasas
80g de moras blancas
4-5 plátanos
2 c.s rasas de cacao crudo en polvo
2 c.p de jengibre en polvo
Elaboración
La noche anterior poner en remojo las avellanas y las semillas de girasol (en boles por separado).
Al día siguiente, colar las avellanas y enjuagarlas bien. Colocarlas en un procesador de alimentos y triturar unos segundos, hasta que queden reducidas a pedacitos pequeños. Retirar y reservar en un bol grande.
Colar y enjugar las semillas de girasol y mezclar con las avellanas troceadas. Añadir el coco rallado y mezclar.
Pelar y cortar los plátanos a trozos y colocar en el vaso de una batidora junto al cacao y el jengibre. Triturar hasta conseguir un puré. Verter la mezcla en el bol y mezclar hasta que todos los ingredientes queden empapados con el puré de plátano especiado.
Repartir la granola en dos o tres bandejas del deshidratador y deshidratar a 45º durante 18-20h dependiendo de si lo quieres más o menos crujiente. Cuando hayan pasado unas 8-10 horas aproximadamente, darle la vuelta manualmente para que se seque bien por las dos caras. Pasado el tiempo, sacar del deshidratador y romper en pedacitos, ya que seguramente te habrán quedado trozos muy grandes. Finalmente, guardar en un pote de vidrio grande para conservarlo.
¡Espero que os guste!
Buenas, la idea me encanta pero no tengo deshidratador, ¿habría una opción para hacerla al horno? Gracias y un saludo.
Hola Belén!
Sí! Puedes probar de hacerla en el horno. Lo ideal es poner el programa ventilador a la mínima temperatura (y si puede ser dejar la puerta entreabierta). En el horno tiende a hacerse más rápido que con la deshidratadora, así que te recomiendo estar atenta para evitar que se quemen 🙂
Un abrazo.
Lo probaré, muchas gracias!
A ti!!! Cualquier cosa no dudes en preguntar 🙂